El alto representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, ha alertado este jueves de que el vecindario de Europa «está en llamas», más allá de una guerra de Ucrania, cuyas «ondas de choque» se han dejado sentir en todo el mundo en términos de altos precios de la energía y los alimentos.
«Nuestro vecindario está en llamas. Crisis en Moldavia y Serbia, Kosovo, Siria, Libia», ha expresado en un acto organizado por IE University, en Madrid. Borrell ha hecho suyas las palabras del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, cuando ha alertado de los grandes desafíos a los que el mundo se enfrenta más allá de Ucrania y la necesidad de atajar todos por igual.
Borrell ha relatado que en el momento de invasión rusa de Ucrania acto seguido comprendió que «la historia había cambiado», que una «nueva página» de la misma se abría y que esa decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, traería consecuencias para todo el mundo, en especial para los ucranianos.
En ese sentido, ha celebrado la pronta reacción de la UE, que hasta el momento ha destinado unos 50.000 millones de euros en ayuda militar, económica y humanitaria a Ucrania. «La factura es alta, pero mucho más para los ucranianos que están perdiendo a mucha gente y su país siendo destruido», ha lamentado.
«Tenemos que estar seguros de que Ucrania prevalecerá», ha recalcado Borrell, quien ha vuelto a lamentar como en anteriores ocasiones la dependencia de las energías fósiles que llegan desde Rusia. «Esto no empezó con la guerra, pero la guerra lo ha empeorado mucho», ha dicho.
«El precio de la energía es el precio de la libertad. Los ucranianos lo están pagando. Lo que teníamos era una excesiva dependencia del gas ruso», ha reconocido el jefe de la diplomacia europea, quien ha citado como estados miembros de la UE, como Hungría o Alemania, tenían a Rusia como casi único proveedor.
«Aprendimos que las intenciones estratégicas de los proveedores y la naturaleza del régimen del país que te suministra importan mucho, pero hemos sido muy ingenuos porque después de la invasión de Crimea en 2014, seguimos aumentando nuestra dependencia del gas ruso e incluso construimos nuevos gasoductos», ha reconocido.
Sin embargo, ha destacado que en «muy poco tiempo» Europa ha logrado deshacerse de esta dependencia del gas ruso. «Era nuestro talón de Aquiles», ha dicho. «Alemania hoy no utiliza una sola unidad de energía procedente de Rusia y para fin de año, todos los países europeos habrán cortado toda dependencia», ha confiado.
La excepción puede ser Hungría ya sea por «razones políticas», o por ser «un país sin salida al mar», ha matizado Borrell, que por otro lado, ha augurado a Rusia un pobre escenario gracias a las sanciones económicas que no paran de llegar no solo de Europa, sino de otros socios como Estados Unidos o Canadá.
«La mayoría de los yacimientos de gas de Rusia se agotarán. Tienen muchos, pero en aguas profundas en el Ártico y no tienen la tecnología para abastecer estos campos. Si quieren explotar un nuevo yacimiento de gas, necesitan tecnología occidental. Y por el momento, no la tienen y no la tendrán», ha dicho.
A diferencia del inicio de la guerra, cuando las autoridades pedían a la población consumir menos energía no solo para hacer frente al cambio climático sino también para contrarrestar la dependencia energética, ahora Borrell defiende que «la solución no vendrá usando menos energía».
«Tal vez para nosotros, que usamos mucha energía. Pero en África, hay 600 millones de personas que nunca han visto una bombilla eléctrica, que no saben lo que es la electricidad y el 40 por ciento de la humanidad nunca ha usado Internet», ha dicho Borrell, que disculpa a estos países de no poder tener alternativas a las energías fósiles por falta de infraestructuras y financiación para las renovables.
«Si queremos que la gente aumente su nivel de bienestar, tenemos que gastar mucha más energía. La pregunta es de dónde va a venir esta energía», ha cuestionado Borrell.
CHINA, EL OTRO GRAN DESAFÍO La otra gran cuestión de la intervención de Borrell ha sido el reto que supone China para Occidente, pues el gigante asiático se ha convertido en uno de los principales socios comerciales en espacios que hasta hace unas pocas décadas le eran ajenos y en el principal competidor tecnológico de, por ejemplo, Estados Unidos, que utiliza argumentos de «política de seguridad nacional» para prohibir comerciar a sus empresas con las chinas.
«Estados Unidos habla de una década decisiva por delante, y en diez años quieren impedir que China se convierta en número uno en tecnología. Esto requerirá acelerar la innovación doméstica y aumentar los subsidios», ha dicho Borrell.
No obstante, Borrell ha matizado que el objetivo no es acabar con China –«sería imposible de todos modos», admite–, sino «intentar controlar la dependencia» que se puede arrastrar del país asiático.
«La cooperación con China continuará, pero será controlada. Y esta es la lucha. (…) Nuestra dependencia tecnológica es hoy mayor que nuestra dependencia energética de Rusia», ha reconocido.
Fuente: (EUROPA PRESS)