A mediados de octubre, el grupo de expertos Soufan Group alertaba en un informe sobre la posibilidad de un nuevo estallido de violencia política durante las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos merced a la situación de «hiperpartidismo» que atraviesa el país, en particular el alimentado por redes sociales de ultraderecha como Gab o Truth Social.
Este estado de crispación alcanzó su máxima expresión en el ataque sufrido el 28 de ese mes por Paul Pelosi, marido de la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a manos del teórico de la conspiración David DePape, quien en su día ya rechazara la derrota electoral de Donald Trump en las elecciones de 2020.
Pelosi, de 82 años, tuvo que ser ingresado después de que DePape, quien realmente iba en busca de la máxima dirigente del partido Demócrata en la cámara baja con la intención de «partirle las rodillas», le propinara varios martillazos que le provocaron una fractura de cráneo.
Las reacciones dentro de los rivales republicanos se caracterizaron en su mayoría por su condena inmediata del hecho y han negado que este ataque fuera producto de su retórica contra el Partido Demócrata desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, como también lo estuvieron por introducir poco después un ataque más o menos soterrado contra el presidente de Estados Unidos.
Debajo de las reacciones públicas, el Southern Poverty Law Center (SPLC) puso de manifiesto a través de uno de sus estudios, publicado el pasado viernes, el estrecho vínculo entre la nueva ultraderecha estadounidense, los elementos más radicales del partido Republicano y la desinformación reinante en las plataformas y medios conservadores como The Gateway Pundit o el Santa Monica Observer, que han dedicado los últimos días a esparcir información falsa sobre el ataque.
El magnate sudafricano Elon Musk, flamante «jefe de Twitter», llegó a difundir una noticia falsa del ‘Observer’ que vinculaba a Paul Pelosi con su agresor; un embuste también difundido por la extremista congresista republicana Marjorie Taylor Greene, quien expresó su repulsa por el ataque antes de responsabilizar a Biden de la proliferación de la violencia en las ciudades estadounidenses, y una mentira que circuló igualmente por la plataforma Truth Social del expresidente Donald Trump, quien se expresó sobre el ataque prácticamente en los mismos términos que la congresista.
Todo ello, teniendo en cuenta que Pelosi es una de las figuras demócratas más demonizadas por el movimiento conservador. El expresidente Trump ha compartido videos manipulados de la líder demócrata diseñados para cuestionar su estado mental, retuiteó acusaciones de que estaba «bebiendo alcohol en el trabajo» y se ha dirigido a ella como «Nancy la Loca», «Nancy la Nerviosa» o «Nancy Antonieta».
En 2018 y 2019, Taylor Greene dedicó un «me gusta» a una publicación de Facebook en la que se sugería que «una bala en la cabeza» sería la forma más conveniente de terminar con la presidencia de Pelosi, y afirmó en un video de Facebook que Pelosi era culpable de traición, y recordó que se trata de «un delito punible con la muerte».
El resultado: «Para cuando terminó la semana del ataque, casi nadie en la derecha estadounidense, ya fuera un extremista abierto o un comentarista conservador ostensiblemente respetable, reconocía que el ataque fue un acto de violencia política», según las conclusiones del SPLC.
CRISPACIÓN EN AUMENTO En su momento, el grupo de expertos Soufan describió la situación actual como resultado de multitud de temas de discordia entre demócratas y republicanos durante los dos primeros años de la administración Biden, como las decisiones del conservador Tribunal Supremo contra el aborto, la lucha contra la pandemia, la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania (en especial la subida de la inflación), los procesos judiciales contra los participantes en la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio o la investigación abierta contra el expresidente.
Un discurso, en definitiva, que, según el grupo, se está traduciendo en una guerra cultural e ideológica alimentada por la «amenaza cada vez mayor del nacionalismo cristiano», una identidad que «acoge a conspiranoicos, apocalípticos y miembros de milicias armadas» unidos por el fantasma de una segunda guerra civil en el país.
«A finales de 2022, hablar de una posible guerra civil en Estados Unidos ya es una cuestión totalmente normalizada», avisó el grupo en su informe, «y quienes llaman a la calma o intentan presentar una retórica moderada han quedado marginados».