El presidente de la Sala de Penal del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, ha tomado posesión de su plaza de Académico de Número en la Sección de Derecho de la Real Academia de Doctores de España en un acto que se ha celebrado este miércoles en el Paraninfo de la Universidad Complutense.
El encuentro ha contado con la presencia del presidente del Tribunal Constitucional, Pedro González-Trevijano, y el presidente en funciones del Supremo, Francisco Marín Castán, entre otros magistrados de la cúpula judicial.
En el marco de su discurso, Marchena ha reivindicado el trabajo de los profesionales del Derecho, aunque ha alertado de que «el proceso penal no ha podido sustraerse al paso del tiempo» y que, en la actualidad, «está permanente expuesto al desafío de su actualización».
Así las cosas, ha insistido en que «la necesidad de actualizar la metodología de la investigación penal no puede ser cuestionable». Al hilo, ha recordado que varios países han apostado ya por la tecnología para modernizar el sistema judicial y ha hecho especial referencia a China, que ha desarrollado un fiscal con inteligencia artificial para elaborar escritos de acusación.
Marchena ha advertido de la posible «quiebra de derechos» si se acaba sustituyendo a jueces y fiscales por herramientas de inteligencia artificial. El magistrado ha mostrado su rechazo a que este tipo de tecnologías sean algo más que un «elemento auxiliar» a los profesionales de la carrera judicial y fiscal.
ASEGURA QUE UNA JUSTICIA ROBÓTICA NO ES INFALIBLE «La confianza ciega en la predicción implicaría una clamorosa vulneración de los derechos», ha señalado, al tiempo que ha incidido en que con una justicia robotizada se corre el riesgo de que se cuestione la existencia misma de la Fiscalía y de un juez de instrucción; incluso, ha dicho, del propio juicio oral.
El magistrado ha explicado que hablar de una justicia predictiva «conduce a la quiebra de derechos constitucionales», en referencia a los derechos de defensa, de presunción de inocencia y de imparcialidad del juzgador.
Sobre este extremo, Marchena ha subrayado que «no es fácil explicar la imparcialidad de una máquina», pero ha recordado que una máquina es «incapaz» de escapar a sus algoritmos y que éstos son redactados por personas.
Así, ha pedido «no asociar una justicia robótica a una justicia sin errores». «Del juez robot no puede esperarse una resolución justa sino una resolución exacta», ha añadido.