El aún presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha vuelto este miércoles al Palacio del Planalto tras 19 días recluido en la residencia oficial, el Palacio de la Alvorada, de cuyas dependencias no había salido casi desde que supo que había perdido las elecciones del 30 de octubre frente a Luiz Inácio Lula da Silva.
Bolsonaro no frecuentaba la sede del Poder Ejecutivo desde el pasado 3 de noviembre, cuando tuvo un breve encuentro a puerta cerrada con el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, quien había acudido hasta ahí para comenzar los trámites para la inminente transición de poderes.
La última cita en su agenda oficial como presidente en el Palacio del Planalto data del 31 de octubre, cuando tuvo una reunión con el ministro saliente de Economía, Paulo Guedes. Para este miércoles tiene prevista la visita del exministro de Desarrollo Regional y actual senador electo, Rogério Marinho.
Apesadumbrado y decepcionado, tal y como admitieron sus socios, tras saberse perdedor, Bolsonaro ha utilizado la residencia oficial como base de operaciones, recibiendo la visita de ministros y aliados, al tiempo que le exculpaban de haber desaparecido por una infección en la pierna que le impedía usar pantalones largos.
Desde allí, el 1 de noviembre convocó una rueda de prensa para pronunciarse sobre las elecciones, no así para reconocer su derrota, o bien este martes para reunirse con el líder del Partido Liberal (PL), Valdemar Costa Neto, en relación a la auditoría con la que pretenden cuestionar los resultados de las elecciones.
Según el PL, más de 279.300 urnas electrónicas de las 577.000 que se utilizaron en estas elecciones «presentaron problemas crónicos» en su funcionamiento. Sin embargo, tal y como reconocen los propios socios de Bolsonaro, dicha auditoría no es más que otra forma de presionar a las autoridades electores y trasladar la presión a las calles, donde siguen produciéndose protestas antidemocráticas.