Algunos adolescentes con acné son tratados con antibióticos sistémicos, sin embargo, su uso a largo plazo puede perturbar el microbioma intestinal, dando lugar a perfiles alterados de ácidos biliares circulantes que reducen la función de los osteoblastos y la acumulación de masa ósea, según ha advertido un estudio en ratones de la Universidad Médica de Carolina del Sur (Estados Unidos).
Durante la adolescencia, las hormonas sexuales provocan importantes cambios fisiológicos. Una de las experiencias más universales, y a veces angustiosas, durante la adolescencia es el desarrollo del acné, una afección cutánea que resulta de la obstrucción de los folículos pilosos con grasa y células cutáneas muertas. Para algunas personas cuyo acné es resistente a las terapias tópicas, se utilizan antibióticos sistémicos para ayudar a aliviar los síntomas y aclarar la piel.
El tratamiento del acné con antibióticos sistémicos, como la minociclina, suele requerir un uso prolongado (a veces hasta dos años); sin embargo, se desconocen los efectos de dicho uso prolongado de antibióticos.
Ahora, este trabajo, publicado en la revista científica ‘Journal of Clinical Investigation Insight’, ha evidenicado que existe un fuerte vínculo entre la composición del microbioma intestinal (la comunidad de microorganismos que conviven en el intestino) y la maduración saludable del esqueleto.
Según sus hallazgos, el uso prolongado de un antibiótico sistémico, como la minociclina, puede tener consecuencias no deseadas durante la etapa crítica del desarrollo óseo de los adolescentes.
«Hay cambios sostenidos en el microbioma intestinal después de la terapia sistémica a largo plazo con minociclina que conducen a la reducción de la maduración ósea», ha resaltado Matthew Carson, primer autor de este estudio.
«Desde el punto de vista clínico, el tratamiento con minociclina no sólo provoca cambios en el esqueleto en proceso de maduración, sino que el microbioma y el esqueleto no son capaces de recuperarse por completo después de la terapia con antibióticos», ha añadido Chad Novince, investigador principal de la investigación.
Este trabajo se basa en un trabajo anterior del laboratorio de Novince que demostró que un cóctel de antibióticos en dosis altas activaba una respuesta inmunitaria proinflamatoria que aumentaba la actividad de los osteoclastos que devoran el hueso y perjudicaba la maduración ósea.
Los resultados de este estudio llevaron al equipo de Novince a preguntarse si existían escenarios clínicos en los que los antibióticos sistémicos pudieran tener efectos sobre el esqueleto en maduración.
Se enteraron de que los médicos prescriben minociclina como terapia antibiótica sistémica para tratar el acné de los adolescentes. La minociclina es un miembro de la clase de antibióticos de la tetraciclina, que también incluye la tetraciclina, la doxiciclina y la sareciclina.
Estos antibióticos actúan impidiendo el crecimiento y la propagación de las bacterias; en el caso del acné, matan las bacterias que infectan los poros y disminuyen ciertas sustancias aceitosas naturales que causan el acné.
Para determinar si el tratamiento sistémico con minociclina tendría efectos similares en el esqueleto a los que tuvieron los tratamientos antibióticos anteriores, Carson y Novince administraron una dosis clínicamente relevante de minociclina a ratones durante el crecimiento puberal/postpuberal, la edad equivalente a la adolescencia en los seres humanos.
Comprobaron que el tratamiento con minociclina no provoca ningún efecto citotóxico ni induce una respuesta proinflamatoria, como habían observado anteriormente; sin embargo, se produjeron cambios en la composición del microbioma intestinal que provocaron una disminución de la acumulación de masa ósea y un deterioro de la maduración del esqueleto.
En sí mismos, estos datos ponen de relieve una consecuencia importante, pero poco apreciada, del uso de antibióticos sistémicos a largo plazo durante la adolescencia. Pero también demostraron que el tratamiento a largo plazo con minociclina impedía que el microbioma intestinal y el esqueleto se recuperaran hasta alcanzar un estado estable incluso después de suspender el tratamiento.
Las primeras investigaciones sugerían que nuestro microbioma intestinal se desarrollaba hasta alcanzar un estado de madurez en los primeros años de vida, pero esta idea se ha puesto en duda recientemente, con investigaciones recientes que muestran que el microbioma intestinal sigue desarrollándose hasta alcanzar un estado estable y maduro durante la adolescencia.
«Lo realmente interesante es que si se provocan cambios en el microbioma durante esta fase de la adolescencia, cuando la microbiota todavía está progresando hacia un estado adulto estable, se van a producir efectos profundos en el esqueleto en maduración», ha detallado Carson.
En la pubertad, acumulamos hasta el 40 por ciento de nuestra masa ósea máxima, lo que se correlaciona con la maduración de nuestro microbioma. Si alteramos el sistema durante esta ventana crítica de crecimiento y reducimos nuestro pico de masa ósea, es posible que ya no podamos capear el temporal de la pérdida natural de hueso como consecuencia del envejecimiento. Por lo tanto, la alteración del microbioma durante la pubertad puede tener un impacto duradero en la salud del esqueleto y el riesgo de fracturas.
El equipo de Novince analizó además cómo el microbioma podía comunicarse con la estructura del esqueleto y modificarla. Sorprendentemente, la alteración del microbioma intestinal con minociclina interrumpió la comunicación normal entre el hígado y el intestino delgado. Esta comunicación se centra en unas pequeñas moléculas llamadas ácidos biliares.
Normalmente, los ácidos biliares viajan desde el hígado hasta el intestino delgado para facilitar la digestión y ayudar a descomponer las grasas, pero esta visión de los ácidos biliares se está ampliando.
«Los ácidos biliares no se habían considerado hasta ahora como importantes moléculas de comunicación entre el intestino y el esqueleto. Al cambiar el microbioma intestinal, se altera la composición de los ácidos biliares, lo que influye en la fisiología del huésped, incluida la maduración del esqueleto», ha afirmado Novince.
El microbioma intestinal modifica continuamente la reserva de ácidos biliares en el intestino delgado. Los ácidos biliares actúan entonces como moléculas mensajeras y se comunican con las células del huésped en el intestino y en lugares anatómicos distantes. Por ejemplo, los ácidos biliares pueden estimular la formación de hueso cuando se comunican con los osteoblastos.
Curiosamente, el microbioma intestinal alterado resultante del tratamiento con minociclina generó un conjunto diferente de ácidos biliares. Este perfil diferente de ácidos biliares no logró activar los osteoblastos formadores de hueso y provocó una disminución significativa de más del 30 por ciento en la formación y mineralización ósea.