El presidente de Senegal, Macky Sall, ha optado por la política de la anticipación tras ver cómo en los últimos años la amenaza yihadista ha ido propagándose desde Malí a otros países de la región y para ello ha procedido a reforzar la presencia militar en el este del país, además de impulsar servicios básicos como la educación y la salud.
Aunque hasta la fecha el país no ha registrado ningún atentado, en un informe publicado en febrero de 2021, la ONU advirtió de que elementos del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), la filial de Al Qaeda en el Sahel, ya estaban «implantados en Senegal». Además, alrededor de un centenar de senegaleses han abandonado el país para unirse desde 2012 a distintos grupos terroristas.
En 2021 se procedió también al arresto de cuatro personas cerca de la frontera relacionadas con la Katiba Macina, una de las organizaciones que integran JNIM. La filial de Al Qaeda ha incrementado su presencia y su actividad en los últimos tiempos en la provincia de Kayes, fronteriza con Senegal.
En estas circunstancias, Sall procedió a inaugurar el pasado 27 de diciembre una nueva base militar en Goudiry, en la región de Tambacounda, fronteriza con Malí. El mandatario explicó que las nuevas instalaciones se enmarcan en su visión de modernizar la defensa del país para «situarla a la altura de la complejidad creciente de las amenazas de seguridad».
ANTICIPAR Y VELAR POR LA SEGURIDAD Dadas las amenazas constantes a la estabilidad de los países, reivindicó, «nos corresponde anticipar y sobre todo velar por la preservación de un entorno de paz y seguridad, única garantía de la tranquilidad necesaria para el desarrollo económico y social de nuestro país».
La base de Goudiry, en la que se instalará el cuarto batallón de infantería, «dará más coherencia al dispositivo de seguridad en la franja fronteriza», resaltó Sall, haciendo especial hincapié en los esfuerzos de las Fuerzas Armadas para «adaptarse a la evolución del contexto estratégico regional y responder mejor a las necesidades de la población en materia de seguridad».
La elección del emplazamiento de la base, justificó el presidente, no ha sido «fortuita» sino que se ha hecho precisamente por la importancia que tiene esta ciudad, ya que en ella confluyen el tren y la carretera nacional que une la región con la frontera maliense. Además, recientemente se ha inaugurado un instituto y también se ha procedido a colocar la primera piedra de un centro de salud.
Senegal, según explica el director regional de Timbuktu Institute, Bakary Sambe, a la emisora DW, ha optado por una «estrategia» mixta que pasa por una parte por reforzar la seguridad y por otro por «trabajar en materia de desarrollo» mediante la construcción de infraestructuras y la oferta de servicios en una zona en la que la población se había sentido hasta hora marginada por parte de Dakar.
Con ello, destaca, se contribuye «a la resiliencia de las comunidades locales» frente a los grupos yihadistas al tiempo que se niega cobertura a estos por parte la población local. «Los países fronterizos de Malí deben tomar precauciones para evitar que los grupos terroristas aprovechen la fragilidad del entorno de seguridad, el aislamiento y la marginación territorial para poder operar en ellos», advierte Sambe, que llama también la atención sobre la necesidad de apostar también por la prevención y no solo por la lucha contra el terrorismo.
VULNERABILIDAD POR LAS MINAS DE ORO Según un estudio publicado a finales de 2021 por el Instituto para Estudios de Seguridad (ISS) y el Centro de Altos Estudios de Defensa y Seguridad (CHEDS) de Senegal, dado que las minas de oro son una de las fuentes de financiación de los yihadistas en el Sahel, las regiones de Kédougou y Tambacounda serían «vulnerables».
Ambas regiones fronterizas con Malí –de cuya seguridad se encargará la nueva base militar– son las principales productoras de oro del país. En el caso de Kédougou, alberga el 98% de los puntos de explotación de oro identificados en el país, mientras que el 2% restante está en Tambacounda.
El informe llama la atención de que en estas regiones se dan toda una serie de circunstancias que los yihadistas ya han sabido aprovechar en otras zonas del Sahel para extender su influencia y su presencia.
Los yacimientos de oro «ofrecen oportunidades para que los grupos extremistas violentos generen recursos financieros brindando seguridad para estos lugares o mediante la explotación o la venta de oro», destaca el informe, subrayando que también «les ofrecen la oportunidad de obtener explosivos y entrenarse en su uso».
La persistencia de la minería artesanal y clandestina y los agujeros que el comercio de oro que se constatan en estas zonas también son un factor que facilitaría la presencia de yihadistas, según el informe que pone de relieve también el «sentimiento de exclusión de la población, resultado de la inseguridad socioeconómica de la zona, que contrasta con la riqueza de su subsuelo».
La riqueza que genera el oro no revierte en mejorar la vida de los habitantes de esta parte del país, donde casi el 62% vivía en la pobreza en 2021.
«Deben reducirse las disparidades socioeconómicas y los impactos medioambientales y para la salud que podrían exacerbar las vulnerabilidades identificadas», reclaman el ISS y el CHEDS, que consideran que esto ayudaría a limitar las oportunidades para que estos grupos puedan establecerse en esta parte del país y reclutar entre su población.
Fuente: (EUROPA PRESS)